Jaime Izquierdo, una autoridad en desarrollo rural y actual
Comisionado para el Reto Demográfico en Asturias, presentó hace poco; “ La
ciudad agropolitana. La aldea cosmopolita”, su último libro; un brillante ensayo sobre como deben reinventarse las relaciones campo-ciudad. Me
parece llamativo el término “aldea cosmopolita”.
En tiempos de globalización
y de demanda de conectividad e infraestructuras físicas y tecnológicas, hay que
huir de microlocalismos mezquinos y pensar en grande.
Hace medio siglo había asesinatos por un centímetro de tierra
cuando esta servía para producir alimento, y era la única propiedad que los
campesinos habían logrado en siglos. Lo que resulta difícil en este siglo XXI, es
la enconada lucha vecinal, a veces solo
por una piedra, unos metros de monte, una cuneta o la inclinación de un árbol.
Esas disputas por si un
camino es del pueblo o del municipio, una
finca corresponde a una parroquia u otra, es un lastre para el futuro rural.
Lo de Oviedo y Gijón, queda relegado a los tiempos felices del fútbol regional, pero
lo de los pueblos dentro del mismo concejo, por “cual es lo tuyo y cual es lo mío”,
puede convertirse en una rémora para
pensar en lo cosmopolita.
Esa costumbre ancestral de mirar con lupa las líneas de los mapas locales, nace del minifundismo
exagerado o de viejas costumbres tribales y en ocasiones los gobernantes marcan a fuego esas
fronteras, sin reparar en que los territorios limítrofes, pueden ser aliados y no
contrarios.
Urge anchura de miras; es tiempo
de alianzas, de convenios y acuerdos en lugar de contenciosos, para que el cosmopaletismo no se instale en el lugar del cosmopolitismo. El
aislamiento debido a la orografía, ha potenciado
esta identidad individualista, tan de levantar
muros, alambradas y cercados, con las paredes y las portillas, ya hace tiempo
que convive el somier y convierte las fincas en fortalezas inexpugnables.
El ¿qué hay de lo mío?, es
imprescindible cambiarlo por ¿qué hay de lo nuestro?, y que lo nuestro no sean
50 km2, que las gafas de lejos, dejen ver además del río que separa; el proyecto
de puente. Es responsabilidad de los políticos y de la sociedad civil, no solo,
“que lo haga el otro”.
La función de la aldea pensada por Jaime Izquierdo, tiene que tener funcionalidad, dignidad, y comunidad, que no quiere decir, la de vecinos del mismo barrio, dentro de la misma localidad, de la misma parroquia; hasta podemos incorporar en en ella a los de más allá del río Grande.
Pensar en una aldea,
superando la visión localista y buscando mentes capaces de entender el
territorio como un todo multifuncional y con una visión supralocal.